La advocación de Nuestra Señora Madre de la Iglesia fue proclamada oficialmente por el Papa Pablo VI en 1964, al cierre del Concilio Vaticano II, reconociendo a María como madre espiritual de todos los cristianos y de la Iglesia misma. Esta devoción subraya el papel de María como intercesora, protectora y guía de la comunidad eclesial.
Nuestra Señora Madre de la Iglesia suele representarse con: