En 1505 la reina Juana ordena la fortificación de Adra, como defensa del recién conquistado Reino de Granada.
En siglos posteriores, Adra será el objetivo de la piratería berberisca y turca, en los que las murallas jugaron un papel fundamental en la defensa de la ciudad.
Su composición es de mampostería con mortero de cal, alternando cantos rodados procedentes del rio y piedras de pizarra.
Debido al crecimiento de la ciudad en el Siglo XIX la gran mayoría de la muralla fue demolida, y en la actualidad únicamente quedan en pie: