Los orígenes de los primeros pobladores de Abla se datan en el tercer milenio a.C durante la Edad del Cobre, tras el hallazgo de una necrópolis en los Milanes un tipo de enterramiento similar a los utilizados por la cultura de los Millares.
En el segundo milenio a.C la cultura argárica reemplaza a la de los Millares. Se han encontrado vestigios en el paraje de las Juntas.
Y ya en el siglo II aparece la primera referencia histórica de una población, Ptolomeo menciona la población de ABVLA, situada en la región de Bastetania.
Durante la época romana, Abla tomó la denominación de “mansio”, villa importante en el camino entre Castulo(actual Linares) y Malaca (Málaga), donde las tropas y comerciantes podían descansar.
Todavía queda huella patente del paso de los romanos por Abla, como el mausoleo romano o el pedestal de Avitiano. Gracias a varias inscripciones romanas podemos tener información sobre varios personajes importantes de la villa – el soldado Aurelio Julio, la liberta Cornelia Maura, el tribuno Lucio Alfeno Avitiano.
A partir del Siglo I, el cristianismo comienza a expandirse por la Península Ibérica, y Abla fue base de uno de los siete varones apostólicos (San Segundo). De esta forma, Abla se convierte en una de las primeras ciudades cristianizadas de Hispania, así como sede episcopal.
Durante esta época romana se produce el hecho del martirio de los Santos Mártires, actuales patronos de Abla.
Con la llegada de los árabes en Hispania, Abla mantuvo su condición de ciudad de paso, esta vez entre Córdoba - capital del califato - y Almería, uno de sus principales puertos.
La época califal fue un periodo de esplendor cultural, aunque no exento de revueltas internas. Para proteger la villa de las incursiones enemigas, se construyen atalayas de vigilancia como la fortaleza árabe, y el peñón de las Juntas. Como máximo exponente de esta época tenemos el ejemplo de El Ablí, poeta-guerrero natural de Abla.
Durante la época de los reinos de taifas, Abla entra en un período de inestabilidad, ya que está en la zona fronteriza entre la taifa de Granada y la de Almería:.
Durante el reinado nazarí (1232-1492), Abla incrementa notablemente las tierras cultivables, por lo que la necesidad de agua para regadío se hace cada vez más necesaria. Se establece el reparto del caudal de agua proveniente de Sierra Nevada, correspondiéndole a Abla 1/3 y a Abrucena 2/3. Este reparto tendrá consecuencias en siglos posteriores.
Debido a la situación fronteriza de Abla, son frecuentes las incursiones de las huestes castellanas al reino de Granada. Hay documentada una incursión en 1435 de Rodrigo Manrique, consiguiendo animales y esclavos como botín.
La reconquista definitiva de Abla se produce en 1489, durante la campaña de los Reyes Católicos desde Almería a Guadix. Muley Abdelí "El Zagal" rinde la plaza. Desde ese momento, Abla queda englobada en la corona de Castilla.
Aunque esta rendición no fue todo lo pacífica que se esperaba. Al año siguiente se produce una revuelta de la población debido al descontento con la rendición. El levantamiento fue rápidamente sofocado por el marqués de Villena y el alcaide de Fiñana don Álvaro Bazán con el apoyo de las milicias provenientes de otras ciudades, que redujeron rápidamente a los insurrectos y restablecieron la estabilidad en la zona.
Tras la caída del reino de Granada, los Reyes Católicos otorgan el cargo de alguacil mayor perpetuo de Abla a Alonso Bazán Hacén, nieto de Muley Hacén, penúltimo rey nazarí.
Tras la incorporación a la corona de Castilla, se implanta un nuevo modelo jurídico-administrativo, perdiendo Abla la denominación de villa y pasando a depender de Fiñana. En el plano religioso, Abla se integra en la diócesis de Guadix.
Una bula expedida por el Papa Inocencio VIII autoriza la construcción de iglesias en pueblos del antiguo reino de Granada. De esta forma, en 1540 se construye la Iglesia de la Anunciación.
En 1568, Abla se suma a la rebelión morisca de las Alpujarras. La iglesia fue profanada, y al día siguiente marcharon a Fiñana con la intención de tomar su alcazaba. Este período de inestabilidad duró un año aproximadamente, hasta que el marques de los Vélez sofocó definitivamente la rebelión.
Para evitar futuras revueltas debido a la mayor concentración de moriscos en la zona del reino de Granada, la Corona procedió a la diseminación de los moriscos a distintas zonas de Castilla, así como repoblar las zonas con mayoría morisca con cristianos viejos venidos de otras zonas. Las propiedas de los moriscos que habían quedado vacantes fueron confiscadas por la Corona.
Con el nuevo sistema de repartimiento, también implica un nuevo modelo de repartimiento de agua, con la consiguiente disputa entre Abla y Abrucena. En 1527, Carlos I pedía al concejo de Guadix que respetaran el repartimiento acordado originalmente. Por tanto, se regula que 1/3 del agua que nace en Abrucena sea cedida a Abla para la explotación de las tierras de regadío de la zona.
Debido a abusos en la aplicación de las penas o la asignación de propiedades por parte de la jurisdicción de Fiñana, Abla y Abrucena solicitan formar una jurisdicción independiente, la cual es aprobada en 1596.
En estas ordenanzas, se regulan las normas de convivencia entre vecinos, así como las leyes más diversas (desde la elección de alcalde, mantenimiento del sistema de acequias, regular el paso del ganado, etc).
En 1629 el obispo de Guadix declara patronos de Abla a los santos mártires Apolo, Isacio y Crotato.
Este período está marcado por la inestabilidad política, guerras, hambrunas y enfermedades.
En 1717, Abrucena se separa jurídicamente de Abla, y forma su propio término municipal.
La actividad principal del pueblo es la agricultura y a la ganadería, y cuenta con unos 1600 habitantes censados. La pequeña industria estaba compuesta por 4 tabernas, 3 puestos de aguardiente, 1 mesón, 3 ventas, 1 tienda de especiería, 6 molinos harineros y 2 almazaras. Los oficios se reducían a un médico, un boticario, un sangrador-barbero, un escribano, dos maestros albañiles, dos herreros.
El orden es mantenido por la milicia concejil de la villa.
En el siglo XIX es un período inestable debido a las guerras napoleónicas y de independencia.
En 1834 Las tres villas que inicialmente dependían jurídicamente de Abla forman su propio término municipal. Esto, unido a la desamortización de bienes eclesiásticos de Mendizábal provoca que unos pocos terratenientes acumulen la mayoría de las tierras de cultivo, dejando a la mayoría de la población muy empobrecida.
El ministro de Hacienda Madoz describe la villa a mediados del siglo XIX como:
Tiene 383 casas toscas, de dos pisos, elevadas nueve varas sobre el nivel de las calles, que aunque empedradas, son incómodas y mal alineadas; una plaza cuadrilátera en el centro y dos en los extremos; casa capitular, buena cárcel, dos posadas públicas, pósito, iglesia parroquial antiquísima dedicada a la Virgen del Buen Suceso … con una población de 529 vecinos y 2.117 habitantes.
Alrededor de 1850, se desata una epidemia de cólera morbo, que causa bastantes fallecimientos en toda la provincia, y Abla no es una excepción. A buen seguro que el médico y el boticario tuvieron mucha faena en esos años.
En 1894 se acometen dos obras públicas importantes para la conexión del municipio, como es el puente de las Juntas para comunicación por carretera, y el puente de las Adelfas para el ferrocarril.
El siglo XX viene marcado por la crisis económica y social que desembocó en la guerra civil, la posterior hambruna y la emigración.
La situación económica de la población era precaria. En las cortijadas más alejadas del núcleo urbano, se cultivaba en pequeñas parcelas, que apenas producían lo necesario para la subsistencia de una familia. La agricultura y la ganadería seguía siendo la actividad principal de los habitantes del pueblo.
La mayoría de las tierras cultivables de mejor calidad se encontraban en manos de unos pocos terratenientes, los cuales arrendaban las tierras a cambio de un porcentaje de la producción.
La popularidad de la uva de barco hizo que se intensificase su cultivo y manufactura. El procesamiento de la uva y su limpieza era fundamentalmente hecho por las mujeres.
Ante la falta de oportunidades, en la década de los 60-70 un gran número de abulenses decidieron emigrar a zonas más prósperas, bien a la capital o a la zona de Poniente - donde la agricultura intensiva comenzaba a despuntar -, Cataluña (zona de Tarrasa) u otros países europeos, principalmente Alemania, donde se necesitaba mano de obra para la industria.
Con la llegada de Internet, Abla ha sido uno de los pueblos pioneros y más activos en la adopción de las nuevas tecnologías entre la población, a través de su centro Guadalinfo. El motor de su economía sigue siendo la agricultura (principalmente olivos, aunque comienzan a verse algunos invernaderos), aunque poco a poco nuevas alternativas se van abriendo paso, aprovechando el auge del turismo rural.